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lunes

La inercia de estas horas me habla desde mis entrañas, me dice que arrolle en este instante todo el pasado: que jure, que maldiga, que escupa, que corra, que salte, que viva.
Y mis tripas vibran.

-¡Date vuelta, camina!... ....¡Haz sonar esas cuerdas! - me dice mi voz desde el centro.
-¿No dijiste que..? ¡Levántate, haz sonar esas cuerdas!... ....¡No me quiero venir a enterar de que sigues volando hacia ella!.... .....¡Abre esos ojos, haz sonar esas cuerdas, carajo!

Quiero olvidar los signos de mi sangre, susurros de un río, palabras de flujo eterno. Pero sus premisas están en mi interior y no quieren dejar de recorrerme. No saben callar y se pasean por todo mi cuerpo. Ahora desde mi estómago, mas tarde desde mi hígado, después explotaran llenas de luz dentro de mi cráneo.

Y así… pasan horas. Por la ventana entra menos luz, se oyen pasos afuera, pero nadie se va a acercar a mi habitación.

-Ya sé lo que me vas a decir pulmón. Está bien aorta. Sí, sí cerebelo.
- Que esquive cada golpe, que salte esos abismos, que cruce esos puentes, que estreche esas manos, que escriba esas notas, que emprenda esos viajes, que aliste estos dedos, que navegue esos mares, etc.…

Pero todo lo que amo está muy lejos y no se me hace tan obvio moverme para la derecha, alzar un poco la cara, o seguir quieto. Por eso sueño, sueño y sueño incansablemente. Se abre una puerta y otras se cierran. Por ahí te encuentro, te veo recorrer un espacio vacío y sin color, tus pasos pintarán el piso; y tu rostro estará pálido. Llueve a tu alrededor y entonces el cielo aparece como si fuera un farol encendiendose. 


Así mismo se apaga y te me pierdes.

Una estrella en un charco, un helado, caminar por la ciudad, reír por todo y por nada. ¿Estoy deseando olvidar los momentos que más amé? Cada recuerdo trae consigo una pizca de sal desesperante. Me entran ganas de correr, aunque eso de correr en círculos no es lo mío. Lo raro es que no busco abismos para tirarme al vacío, aunque eso sí que va conmigo.

jueves

Me encierro todo el día, apago cada sonido, apenas respiro e intento no moverme, me acuesto en el piso queriendo ser una piedra.
Mi corazón palpita demasiado fuerte, ahora logro percibirlo. Cierro los ojos y siento, cada latido me hace vibrar el pecho levemente. Escucho con cuidado ese rumor grave de mi sangre que circula, me imagino un tambor de piel y me cuento una historia.

Hace miles de días un hombre paseaba por el camino que él había trazado en medio de un bosque. Este hombre vivía solo con sus animales en una choza que él mismo había edificado con paja y barro. Este hombre compartía su espacio y sus días con tres perros, un chancho, seis conejos, un burro, dos gallos y algunas gallinas.
Los perros lo acompañaban cuando el hombre salía en la madrugada a pasear. Le gustaba caminar, subir y bajar cuestas, atravesar riachuelos y abrirse camino hasta llegar a una laguna de agua transparente, donde la luz del sol fragmentada por la sombra de los árboles se reflejaba titilando como destellos sobre el agua. El hombre siempre se quedaba parado viendo este espectáculo, lo contemplaba un rato, sin acercarse mucho a la orilla, y luego veía la laguna en toda su extensión desde un montículo de tierra que se elevaba en medio de un campo abierto. Sus perros se lanzaban al agua o se perdían entre juegos y cacerías por los pajonales. El hombre resoplaba y, sobre un espacio limpio de pasto y rodeado de sigses, se echaba a dormir.

Vuelvo a abrir los ojos, siento mi estómago retorcerse, me está reclamando alimento, me pide ser saciado. Pero no quiero tener hambre y ya ni siquiera tengo sueño, así que sigo acostado así, con los ojos abiertos y sin moverme.

Hay algo que quiero decir, pero no me atrevo, hay algo…
Algo que quiero callar y se me sale...
Trato de que todo siga igual,
pero todo pasa, no se detiene.
Todo se sigue cayendo allá, lejos,
¿Qué podemos hacer?

Pienso en moverme hacia otro lugar,
cambiar a la fuerza la perspectiva y así,
no ver indicios del fin. Me quedo quieto y me atropella el tiempo,
cierro los ojos y sueño; ese ayer
lo imagino como una analogía del mañana.

Necesito que estés en mis días
Para querer otra vez salir, correr, solo dejarme llevar, ser, de verdad, morir, saltar, vivir, caer, levantar vuelo, saborear, sonreír, amar.

domingo

Me levanté temprano para ir al ensayo de una escena que estoy musicalizando para la clase de actuación de sebas . Con mi guitarra intento, en vano, crear ambiente, generar impulsos, complementar sensaciones acordes a las circunstancias, imprimir dinámica y ritmo a la actuación o sutilmente acompañar los momentos estáticos. No me importa decir que los mejores momentos de la escena ensayada hoy, fueron aquellos en los que yo, por pura convicción y orgullo decidí callarme. No me importa, termina el ensayo y me vuelvo tan condescendiente y neutral que la posibilidad de aporte y mejora se anula entre grises y diálogos cotidianos. En fin, eso no me importa.
Caminando de vuelta a casa un vagabundo me hace señas queriendo llamar mi atención, yo le respondo con un gesto de “¿que quiere?”, me sonríe y rasguea una guitarra en el aire, yo le devuelvo la sonrisa levanto un poco el estuche que llevaba en mi mano y asiento ampliamente con la cabeza; todo esto sin detener mi caminar. Ya cuando hube dejado atrás al tipo, escucho que intenta decir algo pero no me animo a voltear, me conformo con imaginarme cómo se va bailando con su guitarra de aire y cantando sin melodía una canción cuya letra es un balbuceo.

Al volver a la casa todos siguen durmiendo así que me llevo la portátil a la cocina, enciendo los parlantes y pongo el disco de una antigua banda de rock mexicano a la cual nunca escuché. Aunque siempre supe de su existencia y seguramente los habré escuchado en la radio o en la calle, esta la primera vez que oigo sus canciones con detenimiento.
Y me pasa lo de siempre, estando por la mitad del tercer tema me entran ganas de adelantar a la próxima canción, como para resumir, como para ahorrarme estos minutos de aprehensión e interiorizar el conocimiento a priori. Antes si la música que oía me gustaba, así como me gusta lo que escucho ahora, podía quedarme horas repitiendo el disco y al siguiente día buscaba otro y cada vez me llenaba más, hasta que tenía que vaciarme componiendo una obra y hacía se cerraba y empezaba de nuevo un ciclo hermoso, eje de mi vida.
Y ahora me pasa algo que nunca había pasado antes; no quiero dejar de escribir, pero no se qué quiero decir, y si sé, no sé como. Tal vez me gustaría conjeturar sobre algo así como la razón por la que ya no me dejo invadir por nueva música; o indagar, por ejemplo, sobre el conflicto que me creo cuando el ansia constante que cargo no me deja ni siquiera concentrarme para encontrar la palabra que debería definir lo que quise decir en este párrafo. Exacto.

Entonces lo que hago es subir el volumen, dejar sonar cada canción completa y, por el contrario

ayer

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  • 5 (1)
  • 9 (4)
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  • 2 (1)
  • 9 (2)
  • 10 (1)
  • 12 (4)
  • 2 (1)
  • 6 (3)
  • 7 (1)
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  • 11 (4)
  • 3 (1)